Sobre la esclavitud

Ley de la abolición de la esclavitud en Cuba (1880)
Hacia la abolición del Trabajo

Distribución de los bienes materiales (2003).

Por Ernesto García Camarero
 

Se describen los criterios generales de distribución usados en la economía política clásica, y las modificaciones introducidas en estos criterios por las teorias de Keynes, la socialdemocracia, el socialismo real, y los totalitarismos. Támnien se alude al trasfondo darwiniano de dichos criterios.

Cuando un bien es abundante, como por ejemplo el aire, cada uno se sirve libremente de lo que necesita sin dar nada a cambio por ello. Pero si el bien es escaso debemos de establecer criterios para su reparto, y asegurar así una buena distribución del mismo. Estos criterios deben ser los fundamentos filosóficos que justifiquen el derecho a la propiedad. Hasta ahora esa justificación se ha realizado aceptando y siguiendo la tradición, sin detenerse a pensar en la conveniencia de mantener esa situación para la estabilidad y continuidad del sistema. Por otra parte, decidir cuando una distribución es “buena” es el quid de la cuestión, pues cada uno lo verá de forma diferente. La razón, sin embargo, puede ayudar a ver como el bien para todos puede significar el bien para cada uno.

Los criterios de distribución se pueden agrupar en dos grandes categorías. Una de estas, y la actualmente más extendida, es la que justifica y apoya los criterios de distribución mediante el intercambio individual de bienes (para lo cual es necesario mantener el actual estado de propiedad y suponer que todos los individuos tienen algo que intercambiar) criterios que conducen a la aparición de los mercados y a considerar a todos los bienes como mercancías, es decir, como objetos a los que se pueda atribuir o asignar un valor de equivalencia entre bienes distintos. La otra categoría reúne a los criterios que justifican los repartos de bienes comunes atendiendo a las necesidades reales de los individuos, es decir, si alguien necesita ayuda, los demás miembros del grupo harán todo el esfuerzo necesario y posible para dársela (así podría considerarse la forma de ejercer la medicina o la educación en las sociedades avanzadas contemporáneas, en la “sociedad del bienestar”).

En alguna medida siempre se han utilizado criterios pertenecientes a ambas categorías, aunque en proporciones muy distintas en unos periodos u otros, dependiendo en cada momento de la organización social, de las instituciones vigentes, etc. y que definen, y son consecuencia de la forma de propiedad de los bienes y de cómo se determine el valor de estos. Conceptos ambos, propiedad y valor, estrechamente vinculados y origen de las relaciones y estructuras económicas. Los criterios que se acepten para la distribución de los bienes son de suma importancia para el bienestar de los individuos y de las sociedades, y de hecho sobre ellos se construyen las diversas teorías económicas.

Uno de los criterios clásicos, que ya fue recogido por Willian Petty en el siglo XVII, es el que dice que “todo puede medirse en términos de tierra y de trabajo”, es decir, que en una sociedad agrícola el valor y la distribución de la cosecha se hará en función de la tierra usada y del esfuerzo realizado para cultivarla y recogerla. A este criterio también se adhiere Richard Cantillon , cuando al referirse a la riqueza dice que “los bienes libres no son riqueza por que son comunes a todos,...solo el trabajo del hombre es el que origina la riqueza”, así como que “sea cual sea la manera de formarse una sociedad humana, la propiedad de la tierra donde se asienta pertenecerá necesariamente a un pequeño número de personas”. Vemos, pues, que se justifica la distribución del producto (riqueza) solo en términos de propiedad de la tierra y la aportación de trabajo.

La tesis de Adam Smith (An Enquiry Into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, 1776) expresa que la búsqueda del interés particular de cada individuo (laissez-faire) en el mercado conduce a la prosperidad colectiva y al reparto justo, gracias a la “mano invisible” del mercado que distribuye adecuadamente. Es, ya de por sí, de gran dificultad saber que se entiende por “interés particular de cada individuo”, y más aun considerarlo como una magnitud, homogénea, medible, intercambiable, reduciendo así toda la complejidad del interés humano al interés por el dinero, a mera mercancía. Pero además presenta otras dificultades para que el reparto pueda considerarse justo. Una de estas dificultades es que los mercados raramente son perfectos : condición necesaria para que la mano invisible actúe con equidad. Otra es la necesidad de que los concurrentes al mercado tengan algo que intercambiar, cosa que no siempre ocurre, en cuyo caso la persona que nada tiene queda excluida del mercado y por tanto del mundo.

En el entorno que nos ocupa, el trabajo es la única propiedad que tienen la mayoría de las personas para intercambiar, lo que las obliga a ofrecer su trabajo en el mercado para obtener bienes que les permita sobrevivir. Para dificultar la aplicación de este criterio se agrega, en la actualidad, un escollo mayor, y tal vez insalvable, cuando se contempla, como posible, la desaparición tendencial del trabajo en los procesos productivos, como ya comienza a sentirse con fuerza. Este escollo es importante, pues, en efecto, si el trabajo es la única mercancía que poseen los trabajadores para aportar al mercado, y la demanda de trabajo desaparece tendencialmente ¿qué les queda para ofrecer en el mercado ? Lo que se hace, en general, en lugar de cuestionar al mercado, (que sus promotores pretenden considerar como entidad única, universal, eterna e inmutable), es responder a esa pregunta diciendo que siempre les quedará la vida para intercambiar en forma de sometimiento y sumisión.

Para David Ricardo la forma de conseguir la distribución de la riqueza se hace mediante el intercambio entre los individuos, a quienes considera básicamente egoístas, que procuran sacar el mejor provecho de su situación (aunque, como siempre, aquí tampoco está claro que quiere decir “sacar el mejor provecho”). Con esta premisa, piensa que el devenir histórico ha hecho que aparezcan diversas clases sociales, particularmente tres : los productores (formada por los que contratan mano de obra y dirigen la elaboración de productos con vistas a obtener un beneficio económico), los consumidores (que trabajan por un salario para poder sufragar su consumo) y los rentistas (propietarios de la tierra por cuyo usufructo cobran una renta ). Los intereses de los individuos de una clase son comunes y antagónicos con los de clases diferentes. Se llega a un equilibrio entre clases y entre individuos gracias a las fuerzas representadas por la oferta (productores) y la demanda (consumidores), que son las que determinan la forma de distribuir el producto colectivo. Pero, naturalmente, siempre que el consumidor tenga trabajo o algo que ofrecer, y que aceptaría a cambiar por otra cosa de más o menos valor según su situación de miseria, y cuando esa oferta le permita a cada uno satisfacer su demanda. Cosa que no siempre ocurre.

También para Cournot (1838) el axioma principal de la economía es que “cada hombre intenta extraer el máximo valor posible de sus bienes o de su trabajo ” lo que le lleva a considerar que todo es una mercancía, que riqueza es equivalente a valores intercambiables, y que demanda es lo mismo que ventas, es decir, no se deben considerar las demandas que no vayan seguidas de una venta. De forma que solo tienen acceso a participar en la distribución del producto aquellos que tengan capacidad de comprar.

De las posibles lecturas de Darwin, a saber, la de la lucha por la vida o la del apoyo mutuo, las teorías clásicas de distribución de los bienes, que hemos reseñado, toma la que se apoya en el concepto de la lucha por la vida, es decir, la que conduce a la selección de los más dotados, y a la dominación de unos sobre otros. En el mercado, nunca perfecto, esta lucha se emplea para asignar un valor al salario, las fuerzas que intervienen están reguladas por la oferta y la demanda. En esta lucha el trabajador solo cuenta con el propio trabajo (considerado como una mercancía para el intercambio) . como único instrumento o como única arma. El salario fijado como resultado de esta lucha nos da un criterio de distribución, siempre, evidentemente, que exista la demanda que lo solicite, y en cualquier caso forzando a aceptar el trabajo a cualquier precio cuando la alternativa sea la miseria o el hambre, o directamente desaparecer como individuo poco dotado. En esta tendencia se apoya el liberalismo económico.

Marx, aunque es fuertemente crítico con los postulados de la economía clásica, es seguidor de los conceptos contenidos en "la lucha por la vida" que, en alguna medida, recoge en su principio de la lucha de clases (el individuo no tiene fuerza suficiente, pero sí la clase). Para él el trabajo debe ser algo más que una mercancía, es precisamente el resorte mediante el que obtener la libertad para el sujeto (que identifica con el trabajador). La tensión, el antagonismo trabajo-capital es el principal motor social que conduce a una sociedad sin clases, formada solo por trabajadores, en la que la planificación y la intervención estatal es la que organiza la distribución. En esta tendencia se apoya el socialismo y especialmente se apoyaba el que fue llamado socialismo real.

También en la obra de Darwin aparece otro concepto como motor de la conservación y crecimiento de las especies, el de apoyo mutuo, desarrollado por el darwinista Kropotkin . Esta otra lectura es la que pone su atención en la idea de la solidaridad y del trabajo en grupo, en cuyas decisiones el individuo es más participativo. Con esto se logran mayores beneficios para todos sus miembros, así como mayor seguridad y estabilidad para el grupo, siempre, claro está, que la propiedad del producto obtenido por ellos les pertenezca en su totalidad y que su distribución se haga, no por la imposición de uno sobre otro, sino por acuerdos establecidos por los individuos del mismo. Algunos reflejos de este criterio, aplicado a la sociología contemporánea conduce al modelo de la hipotética sociedad del bienestar y de la Seguridad Social en la que parte del producto social se distribuye por criterios que no son los del mercado . En esta tendencia se fundamentan las distintas expresiones del anarquismo.

Ante el fracaso de la teoría clásica para explicar los problemas surgidos en los ciclos económicos, y sobre todo los ocurridos en la gran depresión del 1929, hubo de revisarse la teoría del laisser faire y hacer participar al Estado para que interviniera en la regulación de la distribución, interviniendo en los mercados (sustituyendo la “mano invisible” por la “mano visible y protectora del estado”).

La teoría de Keynes (General Theory of Employment, Interest and Money) fue desarrollada para explicar y combatir los problemas económicos, planteados en 1930 por la primera gran crisis de superproducción. Los almacenes estaban llenos, pero con el monto total de los salarios pagados para su producción no había bastante dinero para comprarlos todos ; de manera que la superabundancia virtual, producida por la acumulación en los almacenes de los productos no vendidos, hacía que aumentase el número de los trabajadores despedidos y que cayese el precio de los productos. Esta situación conducía a que las empresas no pudiesen subsistir, ya que, primero, tenían que reducir su producción y después cerrar. Así aumentaba aún más el paro y había menos dinero en circulación, por lo que disminuían las ventas y se incrementaba la acumulación del producto, etc. continuando así el clásico “ciclo infernal”.

Las tesis de Keynes se apoyan en la creencia tradicional de que existían tendencias de autoestabilización del mecanismo de los precios, si se creaba una demanda adicional inyectando dinero en el sistema mediante la creación de empleo pagado por el Estado u otras ayudas estatales (salarios en obra publicas, o subsidios de desempleo y pensiones,...).

En otros entornos geopolíticos, para salvar los desequilibrios que produce la oferta y la demanda dejada a su propia dinámica, se ha ensayado una intervención estatal mayor, que la propuesta por Keynes, en la producción y en la distribución de bienes. Nos referimos a los países del llamado "socialismo real", en los que la oferta y la demanda era gestionada por el Estado mediante una planificación centralizada (mecanicista, en el sentido newtoniano, por más que se llamara dialéctica) en un momento en el que se carecía de la información y de los medios instrumentales suficientes para gestionar un sistema de esa envergadura, aparte de que sea dudoso de que filosóficamente un tal modelo pudiese ajustarse a la relidad.

También se ensayaron las formas de intervención estatal más drásticas como las formas totalitarias del nacional socialismo alemán y en menor grado del fascismo italiano.

Ambas formas sociales (la economía de mercado, y la planificación centralizada) tienen muchas dificultades para solucionar los problemas de la distribución de manera estable y eficiente, ya que los modelos utilizados en los dos casos tienen estructuras informacionales muy incompletas. La Historia parece que nos conduce hacia modelos cibernéticos que, en alguna medida, pueden ser considerados mixtos : la racionalidad de la planificación y la interactividad del mercado unidos en un sistema homeostático.

El gran desarrollo de la ciencia y de la tecnología de la información, suministran herramientas teóricas y procedimientos prácticos que pueden ayudar a construir una nueva solución informacional más adecuada a la complejidad de la sociedad emergente. Aunque eso sí, su implantación y control social solo se logrará con la participación directa, el esfuerzo y la acción política de los pueblos, organizados en forma de red no jerárquica para evitar la existencia de puntos en los que aparezcan posiciones privilegiadas que rompan la homeostasis y que alteren la buena marcha y estabilidad del sistema.

Estas dificultades generales nos obligan a que nos replanteemos las cuestiones básicas sobre la distribución de los bienes. La primera y principal ¿A quienes pertenece el fruto del trabajo social de siglos ? ¿Quienes tienen derecho a participar en el reparto del producto social ? ¿Sobre que productos y en que cantidad ?